Decidí comprar un shamisen tras empaparme de toda la discografia de los Yoshida Brothers. Fue entonces cuando empecé a buscar información de cómo comprar uno…
Esta semana quiero hablar de la búsqueda y el viaje que emprendí a Japón para conseguir mi primer tsugaru shamisen.
No tenía muy claro por dónde empezar a buscar. Apenas había comenzado a estudiar japonés y no me veia capaz de hacer una búsqueda por internet en ese idioma, asi que probé indagando en google y youtube. Para mi sorpresa no encontré ninguna tienda de shamisen en España, ni siquiera en Europa. De hecho, no existían fabricantes fuera de Japón.
Tuve suerte en youtube. Encontré un video de un joven americano pelirrojo, promocionando de forma hilarante y muy divertida cómo conseguir un shamisen si eras extranjero.
Seguramente, muchos sabréis de quién estoy hablando (gracias Mike!)
En el video hablaba de un tal Katoh san. Decía que tenia una tienda en Tokyo y que era un tendero muy amable con los extranjeros. Visto lo visto, no tenía muchas más opciones. Sabía que conseguir un shamisen no iba a ser fácil así que me preparé bien y unos meses después viajé a Japón.
Este era mi tercer viaje al país nipón, así que lo organicé para visitar un lugar que tenía muchas ganas de descubrir, Yakushima. Esta preciosa isla se situa al sur de japón, a unas cuatro horas en barco desde la ciudad de Kagoshima.
Te preguntarás que se me había perdido en esa isla, y la respuesta es muy sencilla: La princesa mononoke, una de mis películas favoritas de siempre está inspirada en ella y en toda su naturaleza. Fue por eso que decidí volar hasta Tokyo, donde compraría mi primer shamisen y continuaría mi viaje hasta Yakushima.
Al día siguiente de aterrizar en Tokyo fui a visitar la tienda de Katoh en el barrio de Arakawa. Desde fuera, la vista del local es curiosa. Salvo que tengas la dirección exacta o conozcas los kanjis de shamisen, cuesta reconocer de qué tipo de comercio se trata.
Entré y entonces ví que había llegado al sitio correcto. Las paredes estaban repletas de shamisens y accesorios de todo tipo, era un lugar muy acogedor y se sentía con un ambiente muy japonés y tradicional.
Apareció un señor con un pañuelo en la cabeza, el cual deducí, por lo videos que había visto, que se trataba del mismísimo Katoh san. Me comuniqué cómo buenamente pude y le hice saber que quería comprar un tsugaru shamisen.
Para mi sorpresa, me dijo que en ese momento no tenían ninguno disponible. Me entristeció y extrañó su respuesta ya que las paredes del lugar me decian lo contrario. Di por hecho que serian instrumentos de otros clientes y que no estaban a la venta, así que le pregunté si en un plazo de 12 días (mi estancia restante en Japón) era posible fabricar uno…
Tras pensarlo un momento y viendo mi insistencia e interés, hizo una llamada por telefono con quién entendí que era su fabricante y/o ayudante y me confirmó.
“Se puede hacer, pero al ser tan poco tiempo el mástil del shamisen no se podrá dividir en tres partes y te lo tendrás que llevar de una sola pieza” dijo Katoh san.
Originalmente, todos los mástiles de shamisen son divisibles en tres partes, se construyen así para poder transportarlos con facilidad y para respetar la tradición de fabricación del instrumento
Dije que no había problema y tras mostrarme un presupuesto aproximado, acepté. De vuelta a la estación de tren recuerdo cómo no paraba de darle vueltas a lo que acababa de hacer, siendo algo tan simple como comprar un instrumento, dentro de mí estaba lleno de entusiasmo por empezar a tocarlo y aprender. Tan sólo tenía que esperar un par de semanas…
Al día siguiente, me subí al shinkansen y viajé hasta Kagoshima, donde hice noche para, al día siguiente, coger un ferri con destino a Yakushima.
Sin entrar en detalles de lo que viví en la isla puedo decir que reforzó aun más mis ganas de tocar el shamisen. Visitando lugares como el bosque de los Kodamas y su mirador rocoso en la cumbre conecté todavía más con Japón. Estoy seguro de que esa isla despertó en mí el amor y respeto que tengo hoy día por la naturaleza.
Pasaron las dos semanas y volví a la tienda de Katoh. Esta vez con mi amigo Shimpei que me ayudaría a traducir la posible info extra que me dieran allí. Probé mi nuevo shamisen sin tener prácticamente idea de como sostenerlo, pero ya era feliz. Fabricado con madera de palosanto, lucía increíble. Sentí que en ese momento empezaba el verdadero viaje…
Cómo curiosidad te contaré que no me quise llevar el shamisen conmigo por miedo de que en el aeropuerto me dijeran que no podía cargar con ese estuche, así que, iluso de mí, le dije a Katoh que lo enviaran por agencia de transporte. Un método que no te recomiendo, ya que lo recibí 2 meses más tarde y con una factura altísima de aduanas… ¡Estás avisado!
A pesar de esto, todo salió bien y el shamisen llegó sano y salvo. Desde entonces, cada vez que paso por Tokyo, visito la tienda de Katoh san. Mi nivel de japonés ya es aceptable y puedo hablar un poco con él, lo que hace que sea parada obligatoria para comprar accesorios o cuerdas. Si no hay gente suele invitar a té o café y te hace sentir cómo en casa. Si viajas a Tokyo y le visitas, dile que vienes de mi parte 😉
¡Hasta la semana que viene!
Jose